domingo, 12 de julio de 2015

Oda a las barbas

Otrora símbolo de barrios bajos, hoy son moda. Los revolucionaros, los hipster y los pichis comparten este rasgo común.
Mientras Jon Snow siga siendo el hombre por el que las mujeres se babean, otros cientos de miles que no tienen su sex appeal van a intentar llevarla. Hasta que un día, se ponga de moda un carilindo lampiño y los barbudos vuelvan a ser los sucios impresentables de siempre.
La barba es útil en muchos sentidos. En muchos casos, es el equivalente al maquillaje femenino: tapa las imperfecciones. Un poco de acné, un cambio a la forma del rostro, unos labios feos o una mandíbula pequeña pueden ser disimulados con la barba, pero hay que saber qué tipo funciona con cada problema: desde la barba candado hasta el estilo amish, la base de maquillaje o el smokey eyes masculino.
Pero más allá del sentido estético, las barbas son maravillosas: sirven para sacar tema de conversación, como elemento recordatorio del aroma de una mujer, para perder el tiempo -cuidándola, afeitándola suavemente, poniéndole aceites esenciales...-, como elemento de apoyo al pensador, y hasta como elemento decorativo donde poner flores.

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Mi experiencia con las barbas

Nunca estuve con un hombre sin barba. Siento, de alguna forma extraña, que un hombre imberbe es un pre-púber, y yo una maldita pedófila. Y no, termino por declinar a la oferta. Más allá de mi problema mental, la barba tiene un sentido para las mujeres -al menos para las que, como yo, la amamos-.
Cuando la barba es espesa, es un lindo lugar para acariciar en días de estrés: hundir la mano en la barba ofrece al mismo tiempo calma para el que recibe el mimo como para la que mima. Además, detrás de una barba espesa siempre habrá un lugar dónde esconderse del mundo y llorar, dejando las gotitas enredadas.
Si termina por ser demasiado larga, un beso puede ser toda una odisea, donde los vellos se te meten en la nariz y en la boca. Pero cuando el beso es más abajo, esta aporta un toque particular al mundo de sensaciones.
La barba corta -esa cosa de la que ya ni me acuerdo- pincha un poco, ¡pero qué lindo es cuando, después de un chuponeo pasional, te termina picando todo el labio superior. En esos casos, es como una lija exfoliante, y encima viene de regalo con un pibe lindo. Sexo y piel linda en un combo especial.
Y si hace días que no se afeita y lo cazas mirando de reojo la cola de otra, le podés pegar un tironcito en la barba, que seguro nota quién manda en la relación.


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