lunes, 13 de abril de 2015

Tres generaciones

Esta entrada está basada en hechos reales. Desde ya pido disculpas a mi madre y a mi abuela.


Las casas compuestas por tres mujeres no son fáciles. Menos, si son tres generaciones. Por algo fue Eva y no Adán la generadora del pecado original: el infierno mismo puede ser un hogar habitado por mujeres.
Primero que nada, la bombacha colgada en la ducha. Emblema del feminismo por excelencia, es como una marca de terreno -una de las tantas que tenemos- que indica "acá vive una mujer". Pero lo cierto es que, sin bombacha en la ducha, el baño es el paraíso de la mujer y la tortura del hombre, que poco a poco ve minado el espacio por variedades de cremas, productos para el pelo y maquillaje, a los que también podemos sumar pelos en el suelo, en la pileta, en el resumidero de la ducha...
Segundo, el tono de voz. Los agudos femeninos pueden llegar a ser bellamente ensordecedores, y para seguir cayendo en tópicos que muchas veces se cumplen, las charlas son más extensas e intensas. En casa hay tres personalidades que convergen y conversan, una con voz suave y dulce; otra firme pero dulce; y una alta y bastante más grave de lo normal.
Y el circo es más o menos así: la bombacha de la Nieta colgada de la ducha es un hilo dental, y divierte a las otras dos con cuentos de hombres y de besos. Hereda la torpeza de la Abuela, y entonces se juntan las dos en la cocina cuando la del medio está haciendo sus obras de arte dulces y tiran algo, o se ponen en medio del camino y ella se enoja; pero al rato se le pasa y cuando ellas ya están sentadas en sus posiciones estratégicas, pasándole un huevo o un poco de azúcar impalpable y contando historias, Madre ya olvidó el enojo y decidió que las sobras se iban a convertir en un postre improvisado y empalagoso para después de cenar.
Abuela es suave e inocente, necesita que se le expliquen muchas cosas, aunque la picardía le sale por momentos cuando te habla de que en San Valentín las casas de citas van a estar llenas o se ríe ante los cuentos de la Nieta que chuponea. Madre se horroriza a medias, porque cree que aún debe educar a Hija, aunque con 25 años ya está más que educada y todos saben que es muy responsable con el trabajo y los estudios, pero un poco tiro al aire con los hombres y le gusta bastante el vodka.
A veces se enojan, como todas las familias. Abuela no, porque tiene paciencia y nació en la época en que la mujer aguanta y calla, lleva el peso en la espalda y se le nota. Eso no la exonera de ligarse alguna puteadita de rebote -y ni tanto-, pero por suerte ninguna es rencorosa y las cosas se olvidan; entonces se acuestan a charlar hasta que se duermen, o deciden ponerse cremas en la cara y experimentar con peinados, o comer chocolate o llorar o reír o abrazarse.
Hija tiene que explicar que no le gusta que le ordenen el cuarto, que ella se entiende así. Aún así, de vez en cuando le tienden la cama contra su voluntad. Entonces ella llega y hace una tortilla y le queda rica, pero madre se queja de cómo bate los huevos y le da miedo cómo pica la cebolla porque Hija es zurda, y se olvida de que parece raro pero es todo al revés y no se va a cortar. Y se sientan a la mesa y cuentan anécdotas, con quién se cruzaron en el correr del día y lo que pasó en el ómnibus. A veces se suma Novio de Hija/Nieta, y los viernes de noche vienen los Amigos y hacen reuniones y Abuela quiere charlar porque le gusta la juventud, que dicen que es un divino tesoro.
Sin embargo, Abuela se levanta temprano a veces, ordena las cacerolas y golpea cosas, y se olvida de que Nieta duerme. Entonces llega Madre, que trabaja de noche, y entorna la puerta de la cocina con un repasador porque el pestillo está roto y se abre. Prepara café y comen pan con manteca y azúcar, Hija se despierta somnolienta y desayuna alguna cosa rara, como pizza del día anterior o un refuerzo.
Tal vez la casa es rara, un poco caótica, con dos espejos en el baño y una Virgen en el living, con cosas de repostería hasta arriba de los roperos y una cama a la que llaman "la camita de Blancanieves". Tal vez ellas son raras, porque son tres generaciones juntas, viviendo y conviviendo, luchando por derribar las barreras que el tiempo pone entre ellas y sus costumbres, sus ideales y sus visiones del mundo; y entonces Abuela se acostumbra a que el Novio de Nieta se quede a dormir, y Madre tiene paciencia a las cosas de persona mayor que comienza a hacer Abuela, mientras va viviendo sus propios cambios, sintiendo que el nido se vaciará dentro de poco y que capaz que pasan cosas y la cama queda vacía y no hay más carcajadas ni pizza recalentada a las diez de la mañana.

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