Tenía quince años, y un novio al que consideraba el amor de mi vida. Él era todo para mí, que fui criada en un ideario romántico en el que el amor ocupaba las 24 horas de mi día: era ese salvador que venía a completarnos, a llenarnos, a invadirnos...
Con esa edad, las cosas no eran muy serias. Sin embargo, yo fantaseaba con matrimonio y nombres para mis hijos, mientras él apenas tenía tiempo para dedicarme, entre el fútbol y las salidas con amigos
¡Era tan protector! Decía que yo era muy bonita, y que por eso no podía salir sin él... ¡había tanto degenerado en la calle! Además, siempre me hacía saber cuando estaba haciendo algo mal, eso me ayudaba a saber muy bien mis limitaciones y hacer todo lo posible para mejorarlas: él se merecía todo, y yo no siempre podía dárselo. A cambio, me cuidaba de todos aquellos que me quería dañar, alejándome de toda esa gente que yo, tonta, no supe ver que eran malos para mí. Me sentía una reina con él, ya que me demostraba todo su amor en esos pequeños actos.
Un día fui con mis amigas al cine. Al salir, como aún era temprano decidimos tomar un helado y comentar emocionadas cada detalle de la película entre risas. El sonido de un celular silenció las carcajadas adolescentes.
-Recién salí del cine... Sí, estoy con ellas... ¡Pero me dijiste que no querías que te acompañara a ese cumpleaños porque no conocía a casi nadie!... Estoy tomando un helado... No, no voy a ir... No... Bueno, está bien, en media hora estoy ahí.
Recuerdo las miradas de mis amigas. Las risas se habían borrado, y parecían haber envejecido cien años. Les expliqué la situación, que me iba, de noche, sola, a Ciudad Vieja, a una casona semi abandonada, a una fiesta, con él. Me contestaron con monosílabos, sin saber cómo hacer frente a algo que claramente consideraban que estaba mal, y me subí al primer taxi que encontré.
El taxista era amable. Hablamos de todo un poco, pero no estaba muy convencido de mi destino. "¿Es acá?", me preguntó mirando la casa. "¿No te estaba esperando tu novio, nena? Acá no hay nadie. ¿Tenés celular? Escribile a ver si nos confundimos", me repetía con aire paternal.
-No, tranquilo. Debe estar adentro- le dije, pero no terminaba de estar convencida de la situación. Le pagué, le agradecí y fui corriendo hasta el portal. Me recibió con un vaso de whisky en una mano, y otro de algo incierto en la otra. "Es para vos". Probé, estaba cargado de alcohol. Él encendió un cigarro. Saludé al que celebraba el cumpleaños y a los pocos que conocía. Me sentía fuera de lugar, y podía notar las miradas puestas sobre mí.
Las paredes de la casa estaban pintadas de rojo. No había muebles más allá de una mesa, una barra y unos sillones roídos; y el suelo de parqué estaba deslucido. Había un montón de gente borracha, la música muy alta y las paredes descascaradas. Algunos rincones oscuros se prestaban para que las parejas mantuvieras relaciones sexuales. Estaba horrorizada, pero mi príncipe estaba ahí y había valido la pena todo.
Me agarró de la mano y me llevó a un entrepiso que más bien parecía un pasillo con un sillón. No había luz, por lo que estábamos en penumbras. Yo quería hablar. Él solo me besaba: la boca, el cuello, el pecho. Sin saber cómo, estaba sobre mí, besándome y desabrochando los botones de mi camisa.
-Acá no- balbuceé. Fue difícil convencerlo, pero logré que parara y bajamos a bailar.
Pero otra vez me vi envuelta en el aliento a whisky y cigarros, con los pantalones bajados, contra la pared de un baño sucio sin pestillo en la puerta, con olor a orina, con un espejo roto, con él agarrándome de las manos y penetrándome una y otra vez en un acto mecánico, sin pasión, mucho menos con amor. La puerta se abrió, nos pidieron disculpas. Yo no quería zafar de esa, ni siquiera oponía resistencia a sus manos en mis muñecas, y sentí el semen caliente chorreando por mis piernas. Me encerré en el cubículo del baño a higienizarme mientras las lágrimas caían sin cesar. Estaba cansada, sucia, dolida en cuerpo y en alma.
No era una violación porque yo había accedido. Él me gustaba. Yo, de alguna forma loca y retorcida, en mi mente adolescente sin autoestima y con el vértigo de las cosas que pasan muy deprisa, creía que era lo mejor para mí. Pero no.
Meses después me dejó por otra, con el corazón destruido en mil pequeños pedazos que por mucho tiempo creí irreparables. Yo no estaba convencida aún, pero me estaba haciendo un favor.
***
Violencia no es solo que te peguen. Violencia es que te hablen mal, que te celen enfermizamente, que te alejen de tu entorno, que no te valoren, que te menosprecien y humillen, que te obliguen a hacer cosas que vos no querés (tener relaciones, ir a un determinado lugar...), que te lastimen día a día. Violencia no es amor. Amor es paz, es compañía, es mimos, es cuidar y respeta, es confiar.
Si te sentís violentado, pedí ayuda. Alejate, corré. Confiá en quienes sí lo merecen. Avisá.
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