jueves, 20 de abril de 2017

Por mi santísimo coño

Las mujeres no se convierten en madres en el momento en que dan a luz, tampoco cuando se enteran de que están embarazadas. Ni siquiera cuando deciden que quieren tener un hijo y comienzan a anotar en el calendario sus días de ovulación. La mujer prácticamente nace sabiendo que va a ser madre.
La maternidad es un concepto difícil. No estoy hablando de lo escatológico de cambiar pañales y que un crío te vomite el hombro; ni de los dolores de parto y la complicada adolescencia de ese retoño que llenaste de amor durante años y ahora parece odiarte. Me refiero más bien a ese deber implícito en nosotras de tener que ser mamás.
La naturaleza nos juega en contra: cada mes, una revolución se produce abajo de la piel, en un espacio tan ínfimo que parece increíble que se le puedan atribuir tantos males. Cada ciclo nos prepara para ser mamás y, cada mes, nuestro útero se decepciona ante un pequeño óvulo, creación maravillosa, que no es fecundado.
Así nos explican a la menstruación: un mal necesario para poder ser madres. ¿Pero, qué pasa si no quiero ser madre? El momento en que nos movíamos por los instintos biológicos debería haber terminado ya hace un buen tiempo; pero dado que eso no ha sucedido aún, yo estoy dispuesta a hablar de nuestro cuerpo como algo más que un receptáculo sagrado para dar vida. Tenemos dos tetas preciosas que, si queremos, las podemos usar para dar alimento pero también placer (propio y ajeno), ¿por qué limitarlas a una única función? Y así también con el útero, ese cruel provocador de dolores. Nos acordamos de él cuando la sangre fluye entre las piernas, cuando no somos madres, pero nunca en ese instante en que el desacato hormonal de mitad de ciclo nos hace creer que nos podemos comer el mundo, que podemos reír y obtener un ascenso en el trabajo y salir a pasear con nuestros amigos y tener sexo desenfrenado toda la noche, sentaditas encima de un hombre extasiado con todo nuestro poder uterino, toda nuestra magia hormonal. Sí, ya sé, es más fácil acordarse de lo malo que de lo bueno. Así va el mundo, ¿verdad?
Pero atentar contra la biología es solo una de las pequeñas torturas que tiene que pasar una mujer que no quiere ser mamá. Es ir contra todo un sistema preestablecido en el que de pequeña te encajan un símil bebé de plástico y te dicen que juegues a las mamás. Sin preguntarte nada, sin siquiera esperar a que tengas una edad adecuada para pensar en la maternidad, el juego predilecto para las niñas es darle el biberón y cambiarle los pañales a un bebé de plástico. Aberrante predeterminación que nos mete poquito a poco en el papel. Mientras ellos corretean, libres de preocupación, porque a ellos también les enseñan su rol en la sociedad.
Y el tiempo pasa y las niñas crecen. Y qué grande estás, ¿y ya tienes novio?, ¿por qué no te arreglas un poquito? Y nuestro universo parece centrarse en estar bonita para conseguir novio. Y conseguir novio para casarse. Y casarse para formar una familia. ¿Una carrera? Sí, la de ser mamá, más importante que ser abogada o peluquera. ¿Un motivo para ser feliz? Sí, otra vez, ser mamá, nada más parece importar.
Lo lamento. Por mi santísimo coño no saldrá un bebé. O tal vez sí, pero cuando se me cante la gana. Deja de preguntar a toda mujer joven por qué aún no es madre. Deja de insistir a tu amiga, a tu hermana, a tu hija, a tu compañera de trabajo, a la chica que va a Zumba contigo. Nadie quiere tener que explicar por qué decide no ser mamá. Ser madre no es la norma, no es una necesidad, no te hace más mujer. No ser madre no te hace bruja, insensible o irresponsable.
Es momento de darse cuenta de que no podemos seguir preguntando a una mujer cuándo piensa tener cría. No estamos para eso en este mundo. No somos bellas porque damos vida. No somos fuertes porque pasamos un parto. No somos útiles porque amamantamos. No somos campeonas por haber criado seres humanos. No estamos realizadas porque nuestro hijo terminó la escuela. No somos inservibles porque no menstruamos más.
Si somos madres, es porque queremos. Y si no, también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario