Me dormía abrazada a la loza, pero alguna risa fuerte me despertaba. Desde la puerta veía la luz de colores cambiantes y quería acercarme a ella, pero la botella casi completa de vodka que corría por mi sangre no me lo permitía.
Esa noche me iba a quedar en casa: era la primera vez que salías en la televisión y te hacía mucha ilusión que te viera. Me lo habías pedido expresamente, pero un mensaje tardío con una invitación me hizo dudar de los planes. "Vuelvo temprano y veo gran parte del programa" me dije a mí misma. Y lo cumplí. En parte.
Había bebido en dos horas lo que normalmente bebía en seis o siete. Una botella de vodka no era mucho para mí, pero las prisas me habían jugado una mala pasada. Le había dado, además, un par de caladas a un porro. Tal vez más.
No recuerdo cómo llegué a casa, pero sí la alegría que tenías el día después al preguntarme qué me había parecido. Y la vergüenza que sentía cuando me cuestionabas por las diferentes entrevistas y yo no sabía cómo decirte que no había visto nada, que había amanecido tirada en el suelo del baño y con resaca.
Había querido escapar. Tenía una buena excusa para hacerlo: no quería fallarte en un día tan importante, y lo hice. Me ganó la invitación de la botella, del hielo en el vaso, del alcohol que quema la garganta y los problemas. Todo eso le ganó al amor hasta que fue muy tarde, y te imaginé frente a los focos y yo no estaba ahí, del otro lado, mirándote. Corrí, pero ya era demasiado tarde porque ya estaba borracha y no pude remediarlo: tan sólo una imagen fugaz antes de salir hacia el baño para no volver. Toda la noche, tu imagen y tu voz inundaron el comedor de mi casa, pero yo no te pude ver. El alcohol era un velo que me alejaba de todo y de todos, en el frío de las cerámicas del suelo de un baño, y en el calor del sol que me quemaba en esa plaza donde me preguntaste con orgullo si te había visto.
"Te vi un buen rato, pero después me dormí".
Había querido escapar. Tenía una buena excusa para hacerlo: no quería fallarte en un día tan importante, y lo hice. Me ganó la invitación de la botella, del hielo en el vaso, del alcohol que quema la garganta y los problemas. Todo eso le ganó al amor hasta que fue muy tarde, y te imaginé frente a los focos y yo no estaba ahí, del otro lado, mirándote. Corrí, pero ya era demasiado tarde porque ya estaba borracha y no pude remediarlo: tan sólo una imagen fugaz antes de salir hacia el baño para no volver. Toda la noche, tu imagen y tu voz inundaron el comedor de mi casa, pero yo no te pude ver. El alcohol era un velo que me alejaba de todo y de todos, en el frío de las cerámicas del suelo de un baño, y en el calor del sol que me quemaba en esa plaza donde me preguntaste con orgullo si te había visto.
"Te vi un buen rato, pero después me dormí".
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